Nos acercamos a ASKABIDE, una asociación sin ánimo de lucro que trabaja por la normalización e integración social del colectivo de personas que ejercen la prostitución en Euskadi y también de mujeres que se encuentran en riesgo de exclusión. Este año han sido galardonadas con el Premio Emakunde a la Igualdad 2020 por su labor con las mujeres en contextos de prostitución y en situación de exclusión social. Lo que es un importante reconocimiento al trabajo bien hecho.
En su local situado en el conocido barrio bilbaino de Las Cortes nos reciben: Miriam Santorcuato, presidenta de Askabide; Diego Lodeiro, educador social y miembro de la junta directiva y Tamara Ramos, coordinadora de proyectos y de personal.
Con ellxs hemos charlado sobre el pasado, el presente y el futuro de Askabide. Una entrevista que esperamos os resulte tan interesante como a nosotrxs.
Buenas tardes,
¿Podríais resumirnos brevemente cómo se fundó Askabide y su recorrido a lo largo de estos años?
Askabide se crea en 1985, hace nada más y nada menos que 35 años. Nace como respuesta a la inquietud de un grupo de personas afines al barrio que querían intentar mejorar las condiciones de vida de un grupo de mujeres que ejercían la prostitución en el barrio de Las Cortes. Eran unas fechas en las que toda la prostitución que había en Bilbao se ejercía en Las Cortes, muy especialmente concentrada en el que se conocía como el barrio chino.
Este grupo de personas veía que existía un colectivo determinado con un tipo de necesidades muy concretas y que no había nadie que diera respuesta a las mismas. En los comienzos de Askabide también tuvieron un papel muy importante las monjas oblatas, que estaban en el barrio y tenían una larga trayectoria de trabajo con mujeres en riesgo de exclusión.
El contexto del que hablamos en aquel entonces no tiene nada que ver con el de hoy en día. La fotografía de la prostitución evidentemente tampoco. Sin embargo, la esencia de Askabide, su objetivo, sigue siendo el mismo. Acercarnos al colectivo e intentar dar respuesta a sus necesidades.
En los inicios no había ningún local físico. Era un trabajo de calle, de contacto con las mujeres que ejercían la prostitución. Se establecían rutas de calle para contactar y charlar con ellas y de este modo conocer de primera mano cuáles eran sus demandas, sus preocupaciones, sus problemáticas.
En cuanto a la prostitución, es una realidad muy cambiante. En la década de los ochenta las mujeres que lo ejercían eran prácticamente en su totalidad de nacionalidad española y había un colectivo importante de mujeres que provenía del sur, sobre todo de Andalucía. Sus necesidades tenían que ver mucho con carencias en lectoescritura. Eran mujeres que no sabían leer ni escribir, mujeres más mayores de las que vemos hoy en día.
A principio de los 90 empezamos a observar que la prostitución no solo se concentra en Las Cortes. Se comienzan a abrir pisos que, aunque estaban relativamente cerca ya no estaban en el barrio. En esa tesitura el ayuntamiento de Bilbao establece la primera ordenanza para regular la prostitución que establecía, por ejemplo, una distancia mínima entre locales, alguna serie de medidas higiénico-sanitarias. Por aquel entonces también se empiezan a ver a las primeras mujeres inmigrantes.
A finales de los 90 comienzos de los 2000 la prostitución se organiza en torno a pisos y locales, pequeños, con dimensiones de bar en el que hay entre 4 y 6 mujeres.
En esta época también aparecen los macro clubs, como los de la recta de Trápaga en la que llegó a haber hasta 7 clubs con dimensiones de hotel, que albergan muchas más chicas, hasta 20 y 30 mujeres. Son clubs de plaza lo que significa que son mujeres que viven y ejercen la prostitución en el club. Están entre 20 y 28 días en el club las 24 horas del día.
En la actualidad, estos clubs grandes tienden a desaparecer al igual que los pequeños y la tendencia claramente ahora son los pisos, pero en régimen de alquiler de habitaciones. Esto, en cierta manera, complica nuestro trabajo ya que, aunque tengamos localizados los pisos es mucho más complicado contactar con ellas. Esta situación de invisibilidad les hace ser mucho más vulnerables.
Actualmente ¿en qué proyectos estáis metidxs?
Son varios los proyectos y líneas de actuación entre los que cabrían destacar los recursos residenciales con los que cuenta la asociación. Cinco pisos preparados para responder a diferentes necesidades del colectivo.
Askarri que sería un piso de inclusión y donde se trabaja con mujeres que pueden venir del ámbito de la prostitución pero que sobre todo son mujeres en riesgo alta de exclusión, con un deterioro importante. El objetivo es que las mujeres que accedan lo hagan de una manera mantenida en el tiempo y así evitar que el deterioro que sufren sea mayor.
La casa hogar sería un piso de inserción para mujeres que han ejercido prostitución y que quieren una alternativa laboral. También está dirigido a mujeres en riesgo de exclusión moderada y a mujeres víctimas de trata pero que se encuentran ya en un proceso de inserción.
El piso Babesa con seis plazas. Cuatro plazas para mujeres y dos para menores. Dirigido a mujeres más autónomas. Se les ofrece unos mínimos para que ellos puedan empezar. El perfil es el de mujeres inmigrantes con una economía muy precaria y que necesitan un apoyo hasta que su situación se vaya regularizando.
El piso de trata que es un piso para mujeres identificadas como víctima de trata
El piso de inserción es el menos tutelado que tenemos. Dirigido a mujeres completamente autónomas con las llevamos años trabajando. Presentan un perfil más cronificado en cuanto a las dificultades de acceso a vivienda. Mujeres que llevan mucho tiempo en el barrio de pensión en pensión, de habitación en habitación.
Por otro lado, tenemos lo que llamamos servicios de atención e información, el centro de acogida y todos los demás servicios que ofrecemos, desde apoyo psicológico, jurídico o de orientación laboral a temas relacionados con las administraciones (tramitación de documentos, petición de ayudas, …)
De hecho, con la pandemia hemos experimentado un aumento brutal de demandas administrativas como tramitación de ayudas o información sobre las mismas. Esto pone en evidencia la situación en la que las medidas tomadas contra el covid19 han dejado a estas mujeres.
Mari Makeda es un proyecto muy bonito que en estos momentos, debido a la crisis sanitaria que vivimos, está parado. Se centra en la línea de la inserción sociolaboral a través de una colaboración con el programa Lanberri de Diputación. La intención es que las mujeres que se forman puedan tener una experiencia laboral en el propio proyecto que es de confección y venta de ropas elaboradas con telas africanas.
Las mujeres participantes en el curso aprenden costura para luego poder confeccionar diferentes tipos de prendas que se venden al público en un local físico. De esta manera, puedan tener una experiencia real tanto de la producción de la ropa como de la venta y la atención al público.
Y mirando al mañana, ¿cómo veis a Askabide en el medio-largo plazo?
Con la que está cayendo es muy difícil hasta pensar en el mes que viene. Con mantener mínimos e intentar adecuarnos y dar respuesta a todo lo que nos vengan demandando es más que suficiente. Pensamos en mantener los recursos actuales, volver a arrancar el proyecto Mari Makeda. No ser muy pretenciosxs en estos tiempos. Intentar mantener a flote todo y que los programas más afectados por la pandemia remonten.
También nos preocupa mucho lo que pueda estar pasando en los pisos y que por el momento desconocemos.
¿Qué aporta Gizardatz, en este caso, a una organización como Askabide?
Gizardatz nos aporta mucho en la parte laboral, en el campo de los convenios y de las relaciones y condiciones laborales. Podríamos decir que uno de los grandes hitos del tercer sector en Bizkaia fue el inicio de la negociación colectiva y se puso encima de la mesa el convenio de los y las trabajadoras.
Ha significado un paso de gigantes porque se han consensuado y dignificado las condiciones de las personas trabajadoras de este sector, profesionales con muchas competencias y mucho conocimiento. Antes no había un consenso y se establecieron unos mínimos dignos y un reconocimiento de la profesionalidad.
Desde Gizardatz también se ha trabajado en la línea de facilitar el trabajo con las administraciones públicas en el sentido de que éstas entiendan y den valor al trabajo realizado por las organizaciones y personas que conforman el tercer sector de intervención social de Bizkaia.
Por último, destacaríamos que uno de las características que más valoramos de Gizardatz es que es muy accesible, muy cercano para sus entidades socias y aporta un respaldo muy importante con todas aquellas cuestiones y dudas de carácter laboral que surgen en el día a día.