Sortarazi cumple 25 años «haciendo camino», un camino lleno de ilusiones y retos. Un cuarto de siglo trabajando por la inclusión social de las personas en situación o riesgo de exclusión en Bizkaia.
Itxaso Urcelay y Naroa Puyo, miembros del equipo de coordinación de Sortarazi, nos han visitado en nuestras oficinas de la Plaza Cantera para acercarnos una historia llena de retos, sueños y mucho trabajo.
¿Cuáles son los inicios de Sortarazi? ¿Nos podéis acercar a su recorrido vital?
El germen de Sortarazi comienza a gestarse a principios de los años 90. Concretamente, en el año 91 y desde grupos juveniles, vinculados a las parroquias claretianas y al colegio de Claret Askartza se comienzan a gestionar y liderar diferentes proyectos de voluntariado, principalmente en los barrios de San Francisco en Bilbao y de Lamiako, en Leioa. Hablamos de pequeños proyectos de voluntariado dirigidos a niños/as, jóvenes y personas mayores en riesgo o en situación de vulnerabilidad. Era un voluntariado muy activo y organizado que, con el paso del tiempo, evoluciona hacia modelos organizativos con forma jurídica.
Así, en el año 96 y fruto de esta evolución natural, nace Sortarazi. Este año estamos celebrando el 25 aniversario. Una organización que se crea con la intención, en un principio, de abordar proyectos de formación y de empleo con esos niños y niñas con los que se había trabajado desde los grupos de voluntariado y que ya habían crecido. Sus necesidades habían cambiado y necesitaban apoyo, sobre todo, en ámbitos como los de la formación, la capacitación y la búsqueda de trabajo. Ese mismo año, se crea el primer centro de empleo de San Francisco que fue gestionado por Sortarazi, y 5 años más tarde en Lamiako.
En una segunda fase, Sortarazi fue creciendo como organización profesionalizándose cada vez más y, participando y contribuyendo incluso a la creación de otras entidades y asociaciones como Susterra en el año 1998 y de Lanberri, en el año 2000, que más tarde paso a integrarse en Koopera.
Desde comienzos del presente siglo hemos ido creciendo y evolucionando, adaptándonos a las necesidades que veíamos que estaban ahí pero que no eran cubiertas ni por entidades, ni por administraciones.
Desde entonces y hasta la fecha, hemos seguido desarrollando proyectos de empleo y formación, aunque lógicamente, estos proyectos se han ido renovando y adaptando a los nuevos tiempos y a las nuevas necesidades.
Somos una entidad con una plantilla no muy grande pero que hacemos muchos proyectos. Tenemos un equipo de aproximadamente, 30 personas socias, 30 personas contratadas y 60 personas voluntarias que representan una fuerza muy importante para la entidad.
¿Y actualmente en qué ámbitos y proyectos estáis inmersas?
Los proyectos de formación y empleo siempre han estado dirigidos a personas con dificultades de inclusión socio laboral. Esto nos ha llevado a desarrollar una labor de acompañamiento a las familias y a los/as jóvenes inmigrantes, sobre todo, que están en una situación de vulnerabilidad.
En especial, nos causa actualmente especial preocupación, todas las dificultades de integración de jóvenes y familias inmigrantes que llegan en situaciones muy complicadas y muchas veces con realidades que no se ajustan a los criterios de las ayudas y por lo tanto, se quedan fuera de cualquier protección o apoyo social del sistema público y en demasiadas ocasiones también de las posibilidades que podemos ofrecer desde el Tercer Sector Social.
En cuanto a la parte más social, el ámbito de la inclusión es un área que en los últimos años hemos potenciado mucho. Pusimos en marcha el primer Centro de Día dirigido a personas sin hogar del barrio de San Francisco en el año 2006, para dar respuesta a la demanda detectada con el Plan de Rehabilitación de Bilbao La Vieja, San Francisco y Zabala, que seguimos gestionando en colaboración con la Asociación Izangai. Partiendo de esta experiencia y aprendizaje hemos dotado de más importancia a esta parte de la inclusión social dentro de la organización.
En este sentido, uno de nuestros principales ámbitos de trabajo es el del acompañamiento social a familias y jóvenes inmigrantes partiendo de la atención a la soberanía alimentaria, el acompañamiento social y residencial y una apuesta por la integración social y comunitaria. Este programa incluye un servicio que ha adquirido un carácter más asistencial que llevamos años desarrollando, aunque lo iniciamos de forma temporal en la crisis de 2007, y al que queremos dar un enfoque diferente. Para ello partimos de la estructura que tenemos para dar cobertura a las necesidades básicas de alimentación, alojamiento y otras necesidades básicas a grupos vulnerables en la zona de Erandio, Leioa y Getxo. El reparto de alimentos no es, estrictamente, una actividad que esté alineada con los objetivos de Sortarazi, sin embargo, entendemos que no podemos dejar a esas personas sin esa cobertura. Desde esa posición intentamos ir más allá y concienciar, por un lado, a las personas voluntarias y a la sociedad en general, de las razones y los resultados de esta ayuda y, por otro lado, procuramos provocar un cambio de relaciones entre las personas voluntarias, la sociedad y las personas destinatarias de ayuda. Educarlas en otro tipo de relación que trascienda de conceptos como el de beneficencia. En este marco de actuación y desde el año 2020, venimos colaborando con Urban Elika, un grupo interdisciplinar de estudio de la UPV que trabaja los ámbitos de la alimentación y la sociedad.
Así mismo y desde la puesta en marcha de la cartera de servicios tenemos conveniada la gestión de varios centros de responsabilidad pública, en Getxo. Estos proyectos están conveniados con la Diputación Foral de Bizkaia y los municipios de Getxo y de la mancomunidad de Uribe-Kosta. Se trata de dos centros de día ubicados en Getxo, uno foral y otro comarcal. Y también de un centro de acogida nocturna que es comarcal. Estos proyectos representan hoy día una gran parte de nuestro volumen de actividad.
En los últimos años le estamos dando muchas vueltas al tema de la innovación social, intentando impulsar proyectos de generación de conocimiento y sobre indicadores sociales. La idea es desarrollar indicadores y formas de medir el impacto que nuestra actividad genera en la sociedad, en nuestro entorno. Esta línea de trabajo nos resulta muy interesante y necesaria.
También contemplamos la innovación social desde la atención a las necesidades menos cubiertas en nuestro entorno. Nacimos para dar respuesta a unas necesidades que no estaban cubiertas y seguimos manteniendo esa mirada. Permanecemos atentas a las necesidades que surgen y que no son cubiertas. Tenemos un importante papel en detectar necesidades y hacerlas visibles.
En los últimos tiempos estamos pensando en una vuelta a los comienzos, en volver a retomar ese enfoque de participación comunitaria del que en su día surgimos como entidad. Una visión que, aunque siempre ha estado presente, ha ido quedando más relegada. Tenemos ese deseo por volver a la comunidad, ser comunidad, ser parte del entorno donde tenemos los proyectos y que la propia comunidad los sienta como suyos.
También seguimos apostando también por completar procesos de integración de una forma integral y lo más completa posible, con Servicios de Orientación Laboral e Intermediación Laboral. En los últimos años hemos pasado a formar parte del grupo de entidades Incorpora Euskadi impulsado por la Fundación La Caixa para impulsar los contactos con empresas de la zona y facilitar la inserción laboral de personas en vulnerabilidad social.
¿Cómo os afectó la pandemia?
Han sido tiempos difíciles en los que la capacidad de adaptación ha sido vital. Hemos tenido que lanzar proyectos con urgencia para cubrir necesidades que nos llegaban de repente y al mismo tiempo, seguir atendiendo los proyectos en los que ya estamos metidas.
Por ejemplo, cuando comenzó el confinamiento tuvimos que trabajar con las personas sin hogar que vivían en la calle ya que de repente se tenían prohibido pernoctar en la calle o espacios públicos. En cuestión de días había que dar respuesta a estas problemáticas.
El Ayuntamiento de Getxo, por ejemplo, nos pidió dar cabida a las personas que no entraban en el albergue y se habilitó el polideportivo de Andra Mari para atender a las personas sin hogar. En los momentos duros del confinamiento, cuando no podíamos salir de casa también se modificaron criterios y protocolos para que las personas usuarias pudieran permanecer durante todo el día en estos centros.
Todo esto no hubiera sido posible si las entidades, las administraciones, los equipos y las personas usuarias no se hubieran adaptado a las circunstancias. Por ejemplo, el reparto de alimentos a las familias se siguió desarrollando y eran los propios equipos de trabajadores y personas voluntarias las que llevaban la comida hasta los hogares de las familias.
Por otro lado, la pandemia nos ha obligado a adaptarnos a un cambio tecnológico importante. También se ha evidenciado y visibilizado lo que se conoce como brecha digital. Y es que hay procedimientos para los que la digitalización ha llegado para quedarse. La verdad es que fue complicado y sin las entidades del TSS muchas personas se hubieran quedado fuera del sistema.
¿Cómo valoráis el formar parte de GIZARDATZ?
En este proceso de institucionalización del TSS no puede faltar una red como Gizardatz.
Gizardatz, contribuye a que las condiciones laborales de los equipos de las entidades que trabajan en el TSS estén reconocidas. Pero sin perder de vista que las personas a las que atendemos reciban una atención de la mejor calidad posible. Para ello es importante el reconocimiento y la dignificación del sector. Y no solo hablamos de los derechos de las personas trabajadoras. Tenemos que cuidar también que los proyectos en los que trabajamos sean sostenibles, porque las condiciones de las personas trabajadoras no pueden ser buenas, si los proyectos no son sostenibles. Las entidades del Tercer Sector nos hemos caracterizado tradicionalmente por atender necesidades que la Administración Pública no ha llegado aún a cubrir, debemos ofrecer socialmente ese plus, y apostar por fomentar la financiación privada y una cooperación comunitaria que no siempre es fácil conseguir en la sociedad actual.
Es un trabajo importante y complicado. Hay que equilibrar todo muy bien y es una labor de todas y cada una de las entidades, aprender a gestionar, saber cómo hacen otras. Tenemos un camino compartido, un espacio de intercambio, que pone en valor también el sector. Es necesario hacer piña, somos más fuertes juntas. Tenemos que conseguir que se consolide el pilar de los servicios sociales. El Sector tiene que ser fuerte para dar una atención adecuada a las personas usuarias.